Las farolas, las lámparas y su encanto
Hoy intentaré traer un poco de luz para aquellos que no estéis en vuestros mejores días y para los que sí. Para ello os obsequio con estas fotos de farolas y lámparas que he hecho en mis pequeños viajes.
En primer lugar os traigo esta maravillosa lámpara situada en la Casa de Cervantes, en Alcahalá de Henares, sobre la escalera que da a la planta superior. Sí, es tan grande como en la foto, es enorme y está llena de encanto.
En segundo lugar una de las farolas que iluminan las mágicas noches del Santuario de Caravaca de la Cruz.
Ahora que habéis entrado en calor, adentrémonos en la poesía y en una mirada meditabunda de la vida.
Puedes ver la luz cuando estás en el momento y lugar correctos. Desde la perspectiva adecuada puedes ver las cosas brillar en su máximo esplendor, tanto en el luminoso día como en la oscura noche. Y desde ese punto de vista se realzan unos hermosos juegos de contrastes que perfilan las vivencias de tu día a día.
Te dejas cautivar por el romanticismo de las calles: sus flores, sus estatuas, sus enrejados, sus arcos, los bancos escoltados por siluetas negras de formas sinuosas que portan faroles que iluminan la vista en la noche, y por árboles que parecen rodearlos en un abrazo protector, dibujando siluetas estriadas en la penumbra.
Disfrutas del amor en pareja cuando lo vives en armonía, con respeto completo y mutuo, aceptando y saboreando las diferencias. La belleza se desprende en cada uno de nosotros, sólo hacen falta las gafas adecuadas para verla.
Formas pequeñas familias, de amigos, animales, colegas, parejas, hijos, y con ellos vives momentos de gozo.
Y sientes que estás en el lugar correcto, que todo está en orden y no necesitas cambiar nada. Todo es perfecto.
Y con esa luz que sientes que ilumina tu vida, alcanzas a ver hasta los pequeños pájaros que vuelan en la lejanía.
Bajo esa misma luz, las sombras te parecen misteriosas, románticas y te aventuras a descubrir su belleza oculta.
Aprecias la sutilidad de las cosas pequeñas, como pequeños niños que juegan a tu alrededor y te abrazan
Es una sensación tan apacible que crees que un ángel ha venido a iluminar tu vida con su elegante farolillo.
Y sales al balcón para respirar el aire tan puro. Las flores lo perfuman con su esencia, las farolas iluminan las vistas.
Sientes equilibrio, una fuerza superior te balancea a las decisiones correctas sin que tengas quebraderos de cabeza.
La elegancia domina tu vida. Todo sucede en su justa medida, en su forma exacta. Las luces lucen doradas.
Las luces parecen ser emitidas por hadas o princesas. Llevan bellos colgantes, de los que penden gotas de rocío que reflejan la luz. También llevan lujosas coronas de estrellas, que realzan su hermosura y portento.
Otras provienen de fuentes sencillas, llenas de simplicidad, que te recuerdan lo innecesarios que son los problemas.
Otras vienen de lo más oculto de la naturaleza, y se adentran en tu vida como los rayos entre las hojas.
Lo mejor es que te iluminan en las noches de oscura confusión, como un rayo celestial que señala el camino.
A veces no llegas a ver la luz, pero intuyes una belleza que sigue ahí y que antes o después volverá a manifestarse.
También las hay que parecen lunas, pequeños satélites que cuidan de tu vida, que procuran tu bienestar.
Si te sientes pequeño piensa que es normal dentro del universo, o multiverso, en el que vivimos. Tienes el tamaño adecuado, porque has venido a cumplir tu función, si necesitaras ser más grande, lo serías, como un elefante.
Aunque a veces sientas que tienes que ponerte el casco y lanzarte a la batalla, piensa que una luz invisible te guía.
Pase lo que pase recuerda que las farolas están ahí para iluminar tu propia belleza y la del mundo, como un foco.
Y que siempre puede ocurrir un milagro...
...o dos...
... o cuatro.
Así pues, disfruta la belleza del día a día, ya que está siempre rodeándonos, y vive cada momento con intensidad.
Arrivederci!
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