Cala del Pino

Hoy descubrimos la preciosa y menuda Cala del Pino, en el Mar Menor. Es el lugar apropiado si quieres pasar una tarde relajada mirando al mar, sin olas, con el mar en calma como una balsa de aceite.

Antes de llegar a la playa, sigue caminando hacia la izquierda de la misma para apreciar estas hermosas vistas que una amiga ya veterana me mostró.  



Nada más llegar extiende tu toalla y deja tus cosas en la arena para lanzarte a disfrutar del ambiente que te rodea.



Siéntate, antes de meterte en el agua, una vez te hayas echado la crema y contempla el lugar.



Mira a un lado primero...



...al frente...



...al otro...



...y atrás.



Y cuando entres en al agua vuelve a mirarlo todo rotando sobre ti mismo, porque desde el agua, todo parece más bonito. Las casas parecen más acogedoras y apacibles, la sombra de los pinos más fresca, el cielo más claro.



Los barcos, tan al alcance de tu mano, te hacen fantasear cómo viajas en ellos con tus amigos mientras tomáis refrescos y un baño en alta mar.



El sol y sus juegos de contraluz se vuelven más hipnóticos cuando el agua te acoge y hace cosquillas. Las gaviotas y veleros lejanos asemejan una dulce ensoñación.



Y en la montaña ves esas casas tan envidiables en las que imaginas veladas románticas y tardes de bienestar.



Una escalera sinuosa parece invitarte al lugar para pasar un buen rato, en el fresco jardín, con su césped mojado, su piscina y sus hamacas.



Y piensas, como dice la canción Es más que una experiencia religiosa...



Cuando vuelves a la arena, aún presa del embrujo, miras de nuevo al mar con su eterna apacibilidad mientras las gotas de agua se deslizan aún por tus rodillas.



Si echas la vista atrás ves un pequeño chiringuito y piensas que no puedes decirle que no a ese dulce, frío y cremoso helado. El sol os acompaña lanzando sus rayos de sol a través de las ramas de los árboles, como dos brazos que se extienden para estrecharos.



Las ramas parecen formar cúpulas invertidas, como paraguas que se voltean con el viento, haciendo que el calor quede arriba, dejando sólo la brisa veraniega.



Y sigues mirando esos árboles mientras te dispones a explorar uno de los extremos de la playa.


Lanzas también una última mirada a la orilla donde hace un momento os habíais sentado.



Otros árboles se inclinan para que el sol dibuje su negra silueta. Recuerdas entonces el sol escondiéndose en el horizonte africano. Has visto ese plano en tantas películas...


Vuelves a contemplar los barcos. Desde la orilla parecen seres abandonados que el mar balancea, como una madre balancea a su bebé buscando su consuelo.


La playa se ve hermosa desde este punto de vista. Los edificios del fondo te hacen pensar que es un lugar clave para los turistas a pesar de ser pequeño y modesto.


Sientes que una pequeña parte de ti se queda enredada a esa rueda, deslumbrada por el lugar, como se enredan tus recuerdos en los amores de verano tan cálidos y fugaces.


El sol dibuja una línea en el mar como dibujando un sendero hacia tu libertad, pues todo ese lugar, la brisa y el mar llenan tu mente de ese sentimiento, la libertad.


Y al salir descubres que el mar no es lo único bello que puedes encontrar. Las casas se muestran imponentes formando una escala. Tienen esos colores blanco y pastel tan típicos de las zonas costeras.


Un recinto rodeado de pilares y arcos llama tu atención, pero una puerta enrejada te impide pasar.


Lo único que puedes hacer es imaginar que atraviesas los barrotes y paseas por el camino de piedras, y que después pasas por debajo de los arcos bajo los cuales dejas que tu mirada se pierda en la lejanía.


El mundo se muestra extenso bajo tus pies, no hay nada que se escape a tu vista de águila.


Cuando vuelves a poner los pies en la tierra sigues, en cambio, soñando. Te engatusan los pasadizos estrechos y los azulejos de colores , las escaleras y los descensos que no sabes a dónde llegarán.


No sabes surfear, pero entiendes que esas tablas siempre quedan muy bien a modo de decoración y que llaman la atención del más despistado.


Y de nuevo, y como despedida, el sol rojo flota sobre el mar con esa aureola de luz que enmarca su cara sonriente.


Aquí puedes ver también un vídeo de este paradisíaco lugar, disfrútalo.



 Pronto os trasladaré a otra playa, pero eso ya es cosa de otro día, ahora sólo queda descansar.

¡Hasta la próxima!


























Comentarios

Entradas populares de este blog

Soñando con una especie de Trinidad

Sueño con un clon de Michelle Feiffer y su hija (del clon) impertinente