El bus playa es diferente

El bus playa es diferente. A veces, en el bus urbano rutinario, te encuentras gente cansada, adolescentes recién salidos del instituto desperdigando sus hormonas por el aire, caras serias, víctimas del sistema acelerado y deshumanizado. En el bus playa hay risas, hay gente vestida de manera informal y colorida, equipada con nevera y sombrilla. Gente sin prisas pero con ganas de llegar a su destino, que ríen y conversan entre el jolgorio. Hay desconocidos que se hablan y se cuentan sus viajes y batallitas, sus aventuras.

A la vuelta hay olor a mar. Caras cansadas pero con gozo, caras satisfechas. Pelos despeinados, bufados y ondulados. Apelmazadas por la sal, formando olas como las del mar.  Melenas de náufragos salvajes. Caras sonrojadas y ojos brillantes. En los rostros hay una expresión cansada pero alegre, como esa dicha sosegada que deja la siesta. Una siesta como la que se describe en el poema homónimo de Eloy Sanchez Rosillo, en su libro La vida, nombre sencillo, exquisito y sin rodeos. Rostros de calor apacible y de sopor. Gente que dormirá bien esa noche.

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