Reflexiones sobre una sociedad competitiva y el sentido de la vida

Siento que tengo que competir para "ganarme la vida" (como si no tuviésemos la vida ganada desde el momento del nacimiento) pero no quiero ser partícipe de esta sociedad competitiva, no quiero promover un mundo de lucha. No quiero luchar, no quiero pelear ni ganarme el pan con el sudor de mi frente, y menos a costa de la desgracia de otros. No quiero sufrir, ni que nadie sufra, ahora y más adelante, el estrés de luchar por la supervivencia. Cuando yo gano hay otros que pierden ¿Por qué habría yo de desear que otros perdiesen? ¿No podemos ganar todos? Como aquellos, quizá, que intentaron saltar desde el agua helada a un bote salvavidas, tras el hundimiento del Titanic, y recibieron golpes de remo, como diría el viejo loco de Los simpsons, para evitar que la barca se llenara tanto hasta acabar hundida. Era una situación de supervivencia y necesidad, pero ¿Realmente, en la actualidad, tenemos esa situación de escasez de recursos, o tenemos la suficiente inteligencia y tecnología como para gestionarlos de formas que todos salgamos ganando y tengamos nuestras necesidades básicas, y las que van después, cubiertas?  Hace poco vi una conferencia de Arcadi Oliveres, en la cual decía que la definición de economía (o al menos una de ellas), es gestionar los recursos de un lugar para asegurar que sus habitantes tuvieran sus necesidades cubiertas, y que el capitalismo estaba tirando esto por la borda, y no le faltaba razón.


De qué sirve estar tantos años en el insti y en la universidad haciendo trabajos colaborativos si muchos de los estudiantes, nada más acabar, se presentan a oposiciones, es decir, se oponen a otras personas. Te peleas por un puesto de profesor, por ejemplo, cuando hay un ratio alumnos-profesor desequilibrado, profesores estresados por exceso de trabajo y otros pasando hambre por la falta de éste, porque los límites económicos, o mejor dicho monetarios, no permiten que todos ellos aporten su granito de arena al mundo. Una vez, una amiga me contó que a una chica la descalificaron, la echaron del proceso de opositar porque, de los nervios que tenía, sintió ganas de vomitar, y con todo el respeto del mundo salió de la sala para evitar hacerlo delante de todos. Por lo visto, la normativa decía que no se podía abandonar la sala hasta acabar la prueba. Le hubiese valido más la pena vomitar allí, ser irrespetuosa para, como dicen, "ganarse el pan" ¿En qué clase de sociedad inhumana nos estamos convirtiendo? Posiblemente hubo gente que se alegró, al tener una persona menos con la cual competir, y es perfectamente comprensible, pero triste. Y esto nos muestra como ciertos sistemas, modos de funcionar, normas estúpidas (no todas las normas son estúpida), pueden influirnos hasta el punto de encontrar alivio en el hundimiento del otro. Como en el experimento de Philip Zimbardo, llamado "La prisión de Stanford" en el cual sus participantes se volvieron inesperadamente violentos tras interpretar unos roles muy diferenciados, en un escenario simulado con normas y situaciones claras de discriminación y sumisión, es decir, una cárcel donde unos hacían de guardias y otros de presos. Incluso en esa irrealidad, en esa fantasía, los participantes olvidaron ese teatro, o ese sueño, como bien podría decirse en el libro "Un curso de milagros", y se comportaron como si realmente se encontrasen en peligro o en situaciones de desventaja y desigualdad. Me acuerdo de Teresa Forcades, de la cual soy actualmente una fangirl total, cuando menciona el anarquismo con esta frase: Yo no seré libre hasta que todos sean libres. No me proclamo anarquista, no sé lo que soy.



No sé cuál es mi función en la vida, ni siquiera si ésta tiene sentido o no. Si todo gira en torno a una teoría organicista o a una determinista. Desearía que fuese la primera, que cada persona y todo en este mundo tuviese una función, un sentido, una misión, un camino y que hubiese algo así como un dios, sea lo que sea dios, que te guiase o amparase, pero tampoco tengo la certeza de que esto sea así ¿Será que este deseo mío de no lucha y de rebelión pacífica al sistema, aún con su riesgo de autodestrucción y exclusión social, es mi función acaso en la vida? Desearía ser el Moisés del siglo XXI, que liberase al pueblo mundial de la esclavitud y del trabajo. Sólo el tiempo lo dirá.

Si os sentís identificados con algo de lo que os he dicho, os invito a investigar las opiniones de Pablo López Cobo, autor del libro Tripalium, y sobre Emilio Carrillo, en sus conferencias sobre "el esclavo integral". De hecho ya hablé de ellos y presnté unos vídeos suyos en una publicación anterior que te invito a ver Disfruta de no hacer nada, ríete del capitalismo.

Mucho apoyo moral a todos y ánimo para hacer aquello que sintáis que tenéis que hacer.

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