El olfato

   El olfato, ese gran olvidado y repudiado por algunas personas de esta sociedad. Alguna gente se burla de aquellos que lo huelen todo, o les culpan afirmando que es de mala educación. Pero el olfato es sólo un sentido más, que ni insulta ni pega, que simplemente quiere existir.
   Los perros lo tienen mucho más desarrollado y no se avergüenzan de usarlo. Hasta los gatos cuando te reciben en casa, sobre todo si has visitado a otros gatos o animales, no se privan de olerte para quedarse después boquiabiertos. A mí me gusta coger esos libros antiguos de olor a viejo, humedad y un toque de dulzor. Y los otros nuevos que huelen a plástico y a revista. Algunas fotocopiadoras e impresoras dejan impregnado en el folio un olor a plastilina que nos evoca nuestra infancia. Luego están esas mujeres, suelen ser nuestras profesoras, que usan siempre el mismo perfume y en tanta cantidad que podríamos reconocerlas con los ojos vendados. Las aulas y los pasillos se quedan perfumadas tras su paso. También algunos profesores huelen a aftershave o a otros perfumes peculiares.
Flores de Jazmín
   Los olores a menudo nos trasladan a épocas pasadas y reviven momentos escondidos en los rincones del subconsciente. Los juguetes, la manta de la abuela y sus comidas, el campo, el perro de la tita, el mar. Las casas, objetos, coches de las personas que nos rodean, nuestros amigos, compañeros y otros seres queridos también tienen su propia identidad olfativa. Hacía años que no te subías en el coche de una vieja amiga y ahí todo sigue igual. En la casa de tu compañero del instituto, con el que hacías los deberes, sigue habiendo el mismo olor. En la cantina de la universidad se sigue respirando el mismo ambiente. El trastero siempre despidió ese aire cerrado, húmedo y polvoriento. Los baños del colegio seguirán resultando vomitivos y aún sentirás el agua sucia sin verla. La consulta de tu médico, la de tu dentista. Te encontrarás por la calle a esa profesora de Francés y en ella continuará la misma esencia. Los juguetes de playa, los hinchables. Algunas calles de tu ciudad olieron a jazmín desde mucho tiempo atrás, y tú, te detenías a coger una flor del suelo, la acercabas a tu nariz y por un momento olvidabas todo lo demás. Un segundo después la tirabas y todo volvía a la normalidad. Ese eterno instante lleno de magia detuvo el tiempo por un segundo con su fugacidad. A veces hasta rehuyes algunos lugares, como los puestos de especias en el mercado, con ese olor que se impregna y pica en tu garganta, y que a alguna gente la hace estornudar.
   Lo ideal habría sido agregar olores a este texto, en lugar de imágenes, pero las nuevas tecnologías aún no capturan olores, al menos que yo haya descubierto.
   Así que atrévete a oler, invita a los olores, a los aromáticos y a los fétidos a formar parte de tu vida. Ellos ya están ahí, solo tienes que abrir los ojos, o en este caso, la fosas nasales. Si necesitas cierta inspiración puedes visualizar la película El perfume, basado en la novela homónima. Aunque no hace falta que os comportéis como el protagonista. Un saludo pequeños rastreadores.

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