Oda a los vagos del mundo

   Hoy voy a hablar de esa gran repudiada, la pereza ¿Cuántos de nosotros no somos vagos o tenemos amigos que lo son? ¿Acaso no podría ser que los monjes fuesen vagos para poder estar tanto tiempo meditando? No lo afirmo pero lanzo la pregunta al aire para que la reflexionéis si vuestra vagancia os deja.
 A menudo despreciamos este gran don de la naturaleza, pero sin él, probablemente viviríamos mucho más estresados de lo que vivimos. Habría muchos más casos de ansiedad y depresión, además de otras enfermedades subyacentes. Realizaríamos muchas más actividades que nos desagradan y seríamos menos eficientes, pues nos daría igual que nos resultase más o menos trabajoso, o que acabásemos antes o después. Por otro lado, ser vago puede ser una garantía para elegir un trabajo que disfrutes, pues es muy difícil que una persona muy perezosa se digne a hacer algo que no le gusta durante un tiempo prolongado   ¿Qué ocurriría si todos nos atreviésemos a ser vagos? Puede que si eso ocurriese el mundo buscase una alternativa y el trabajo, considerado como tal, quedase abolido. Quizá en ese momento dejemos a las máquinas hacer aquello que nosotros no deseamos y nos dediquemos exclusivamente a lo que nos apasiona, para que cada persona contribuyera en la sociedad ofreciendo sus servicios, o su tesoro, haciendo aquello que realmente goza.
   Por otro lado ¿Hay alguna relación con la espiritualidad y la pereza? A menudo se habla de la contemplación, de la paz interior ¿Puede ser la pereza una forma de llegar a esa Paz? Como dice en el artículo adjunto Elogio a la vagancia, el ser humano contemporáneo sufre por el mero hecho de no hacer nada. Si está quieto surge en él la ansiedad y un estado de culpabilidad fruto, probablemente, de una sociedad donde se enaltece la productividad y donde los parados son seres inútiles que no son dignos de sentirse bien consigo mismos.
   Pensándolo bien, si fuésemos más vagos probablemente seríamos menos violentos ¿Quién va a organizar una pelea, con todos los problemas costosos y engorrosos que pueden suceder como consecuencia de ella, cuando podemos estar tranquilamente tumbados a la bartola, tomando un refresco y comiendo unas patatitas?
   La pereza puede ayudarnos a reconocer a nuestros mejores amigos. Si tienes un amigo excesivamente vago y aún así se digna a estar contigo en los malos momentos y gusta de tu compañía para dedicar tiempo a distintas actividades y hobbies, créeme, ese amigo te quiere y durará como poco, mucho tiempo.
   Permitámonos ser un poco más vagos. Dejemos que nuestra esencia animal nos tumbe al sol como los leones y que las moscas sean las únicas con derecho a molestar nuestro descanso. Ahora estoy recordando el poema llamado La siesta, de Eloy Sanchez Rosillo, otro autor al que, como a mí, le gusta contemplar la belleza del día a día. Para los interesados, este poema pertenece al libro La vida.
   Y como este texto trata sobre la pereza, no estaría bien que me extendiera demasiado. Aquí os dejo enlaces a los distintos artículos en los cuales me he inspirado parcialmente y en los que encontraréis más información sobre el tema ¡Atajo de perezosos!


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