Oda a las cajas

  ¿Quién  inventó la primera caja? No lo sé, pero pienso que era una persona inteligente.
  Las cajas ocultan el desorden interior y dejan a la vista algo más simple, cuatro paredes, un cilindro. Pueden ser del diseño y color que tú elijas, estampadas o con lazo, de colores claros, oscuros, o sin ningún decorado. Convierte el Horror vacui de una habitación demasiado llena, como si su dueño padeciese Síndrome de Diógenes, en un decorado más renacentista, con líneas cuadradas, medidas, con colores más tranquilos. Además, las cajas te pueden a ayudar a organizar esos "chismes", que rondan tu dormitorio, por categorías. Cada caja es una temática, un mundo, una carpeta de registros que podéis etiquetar como os plazca. Os sugiero que no las apiléis, sobre todo si no son de un material resistente,  por pura accesibilidad. Las cosas que utilicéis frecuentemente, si las metéis en cajas, que estén al alcance. No es cómodo tener que quitar 5 cajas de encima, para poder coger un objeto todos los días, y volverlas a poner de nuevo. Y que no se te olvide nada porque tendrás que repetir la jugada.

   Las cajas nos permiten construir una ciudad en nuestra habitación, guardando en cada edificio aquello que más deseamos. Cómo si de un cofre del tesoro se tratase, las cajas esconden nuestros recuerdos más preciados y nuestros secretos más ocultos. Viene a mi memoria la escena en que Amelie, en la película homónima, ingenia una situación para entregar una cajita metálica, de esas que tienen tanto encanto, con dibujos, a un hombre que vivía de pequeño en su casa y que tras una losa la había ocultado. La caja contenía fotos de sus ídolos de fútbol y ciclismo, coches de juguete, entre otras cosas. Al recibirla llora de emoción. Su infancia pasada vuelve a su retina, retornan recuerdos olvidados, aquello que se creía perdido resurge como un regalo inesperado. Y sólo ese hecho le lleva a tomar una decisión que podría cambiar su vida por completo. Así lo cuenta el narrador en la película:

Sólo el descubridor de la tumba de Tutankamón 
podía comprender la emoción de Amelie 
al encontrar este tesoro 
escondido por algún niño 40 años atrás.

   Una caja llena de golosinas, chocolate o bombones, puede ser un magnífico regalo. Sobre todo si la caja es de metal con estampado. Las que contienen galletas suelen ser las más atractivas, las de estampado más bonito, y las que mejor huelen, sobre todo si las galletas son artesanales. También se pueden meter conchas, caracolas, piedras hermosas y otros pequeños seres llenos de encanto. Algunas están llenas de útiles de costurera: hilos de colores, agujas y alfileres, botones, muchos botones de diversos colores, formas, tamaños y materiales, corazones acolchados donde se clavan las agujas, los golpes de la vida. Como la que Sira Quiroga regala a su amiga Rosalinda Fox en la serie El tiempo entre costuras, basada en la novela homónima. Otras contienen fotografías, ya sea en un nostálgico sepia o de colores más sofisticados.
   Las cajas también son muy atractivas para los niños. Con ellas pueden dejar volar la imaginación. Una caja nunca será una caja, en su lugar será una casa, una nave espacial, una armadura, un traje de robot, un restaurante donde beber té con unos amigos, un escondite secreto en el cual conspirar contra el mundo y hasta un laboratorio donde devolver la vida a fósiles de dinosaurios.
   Esto es lo que a mí me inspiran las cajas, es quizá una visión poética o peculiar. Quizá no sea tan peculiar y más de uno las veáis con el mismo encanto. Os invito a que comentéis vuestra opinión, qué cajas os gustan más, y qué os gusta encontrar o meter en ellas. Un saludo.



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