A veces hasta las cosas que pinchan son hermosas y no sabemos por qué nos gustan tanto, como las rosas. De la misma forma, algunas personas tienen espinas y aun así las queremos. La clave está quizá en aprender a vivir el dolor. La belleza de sentir, sea lo que sea que sintamos.


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Ocurre algo similar con los puzzles. En un puzzle hay piezas que pueden gustarnos, como un detalle de cielo o de flor, y otras que no, como un trozo de asfalto gris y aburrido. Sin embargo, un puzzle se termina cuando se encajan todas las piezas, de otra forma, el puzzle estaría incompleto. Las personas que nos rodean y nosotros mismos somos como puzzles, con mejores y peores piezas, pero todas son necesarias para conformarnos.


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